sábado, 5 de julio de 2008


Tenía que pasar a buscar a un amigo, está entrenado para boxeador y yo lo iba a pasar a buscar por el gimnasio
-Vos venite, entras al gimnasio y bajá por las escaleras. Ta´ todo piola amiga, entrá como si fuese tu casa…
El gimnasio estaba en el barrio en el que había hecho el secundario así que para mi era un barro más que conocido. Barracas, un barrio distinguido, con hermosas y grandes casas, edificios de primer nivel, plazas y una arboleda envidiable, de comerciantes de buen pasar. Los chicos salían del colegio y las abuelas regresaban de hacer las compras y yo encontré el gimnasio, en la entrada había un bar, estaba pintado con colores muy vivos y la gente que estaba ahí no desentonaba para nada con el barrio, el gimnasio tampoco. Entré, encontré las escaleras que me había mencionado y bajé como si fuese mi casa. Las escaleras eran finitas y mientras iba bajando sentía que me metía en una película de algún barrio bajo estadounidense o centroamericano o algo así… el clima era totalmente diferente. No hizo falta terminar de bajar, ya desde el segundo escalón comencé a sentir un olor casi nauseabundo, a transpiración, a hombre, ejercicio, humedad… era un sótano, no muy grande, tenía esas bolsas que usan los boxeadores para pegarles, en una esquina un ring, guantes colgados por todos lados, un par de hombres pegándole a las bolsas (parecían hombres de pocas pulgas), un hombre mayor entrenando, un televisor viejo que transmitía el noticiero de canal 9 y de fondo cumbia santafesina. No sé qué es lo que esperaba encontrar, pero sentí que me iba del mundo, de ese barrio y de ese gimnasio. El clima era muy particular, sano y de respeto. Generalmente uno piensa lo contrario del boxeo porque es un deporte en donde la gente se pega. Poco a poco el lugar se fue vaciando, uno a uno se iban yendo de llantas, quipo de gimnasia nike y gorrita. Sólo quedaba mi amigo, el profesor y el hombre mayor, quien por un arto más estuvo entrenado, se cambió y cuando se iba me dijo
- Yo sé que soy un hombre grande y te debes preguntar qué hace este acá… pero la verdad es que creo que esto es muy sano, hay mucho respeto acá y creo que es tan sano que sería bueno que se complemente con otras actividades para que los chicos aprendan los ejemplos que deja el boxeo.
Me habló como al pasar, pero a mi me pareció interesante saber que pensaba, él que parecía un intelectual y estaba ahí.
- ¿Y con qué habría que complementarlo?
Noté que el hombre se asombró por mi pregunta, pero no se sintió incómodo, sino todo lo contrario.
- Yo soy un viejo periodista. Cuando uno aprende a escribir crónicas uno tiene la técnica y a partir de esto, esta técnica se puede usar para todo, para escribir lo que quieras, lo que hay que hacer es aprender a mirar. Vos entrarás al gimnasio y veras la parte de aparatos y dirás: esto es sano. Y bajas acá y decís: esto no es sano. Yo te puedo asegurar que esto te deja mucho más que estar allá arriba y le deja mejores ejemplos a los pibes. Acá los chicos son muy respetuosos.
- Si –le dije- eso se percibe…
Sonrió
- ¿Si? Y bueno… la verdad es que tengo la sabiduría que me dio mi carrera, los años y la experiencia pero siempre es bueno seguir aprendiendo, para no desentonar con los jóvenes… y esto es un gran ejemplo… Hasta luego…

Bastante cierto me pareció lo que había oído. El hombre se fue y yo seguí un rato más mirando cómo entrenaba mi amigo. Al rato salimos. Arriba se podía respirar, de fondo había música electrónica y hombres musculosos, inflados. Y yo con ganas de seguir conociendo ese “submundo”.

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